SOBRE NOSOTROS:

TRINA TUTO es más que una marca de pajamas para bebés e infantes; es un puente entre generaciones y tradiciones puertorriqueñas. Inspirada en la alegría, creatividad y amor de los abuelos Trina Y Tuto, cada pieza está confeccionada con algodón PIMA, conocido por su incomparable suavidad y durabilidad. Estas prendas no solo ofrecen comodidad, sino que también cuentan historias llenas de magia y valores culturales. En TRINA TUTO, honramos la conexión especial entre abuelos y nietos, celebrando eses momentos inolvidables de risas, creatividad y aprendizaje. Cada diseño está inspirado en nuestras tradiciones y paisajes boricuas, convirtiéndose en un lienzo de nuestras raíces. Cuando eliges TRINA TUTO, estás adquiriendo más que ropa: llevas a casa cuentos e historias que perpetúan nuestras tradiciones. Porque, al igual que Trina y Tuto, creemos que la magia de nuestra cultura vive en las pequeñas manos de las generaciones futuras.

¿Qué es algodón PIMA?

En Trina Tuto, utilizamos algodón PIMA, reconocido mundialmente por su extraordinaria suavidad, durabilidad y resistencia. Este algodón, cultivado en los valles de Perú, se caracteriza por sus fibras extralargas, lo que permite crear tejidos más finos y delicados que cuidan la piel sensible de los bebés e infantes. La textura ligera y transpirable del algodón PIMA no solo proporciona comodidad, sino que también mantiene a tu pequeño fresco y protegido. Además, su durabilidad significa que las pajamas Trina Tuto se mantendrán suaves y hermosas, incluso después demúltiples lavados. Porque cuando se trata del descanso y bienestar de tu bebé, solo lo mejor es suficiente. Elegir Trina Tuto es elegir calidad, tradición y un cuidado excepcional para los más pequeños de la familia.

Trina

Trina era la chispa de toda reunión, una mujer cuya risa iluminaba cualquier rincón. Con un sentido del humor contagioso, encontraba en las cosas simples la mayor alegría. Le fascinaba cocinar para los suyos, inventar aventuras y resolver rompecabezas, siempre encontrando maneras de unir a la familia. Su lema era tan sabio como ella misma: "No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista". Era el alma de cada fiesta, llenando el aire con su carisma y su calidez. Aunque, al igual que Tuto, la vida no le alcanzó para completar todas sus ideas, dejó un legado imborrable de creatividad y amor. Trina nos enseñó que las tradiciones, al igual que las risas, son un hilo que conecta generaciones. Trina Tuto honra su espíritu juguetón y su capacidad de encontrar magia en los pequeños momentos.

Tuto

Tuto era un soñador con una cámara en las manos y una mente siempre en movimiento. Fotógrafo por profesión y amante de la tecnología, tenía una curiosidad infinita por aprender cosas nuevas. Su ingenio y creatividad se reflejaban en su amor por los pajaritos, los trenes miniatura y las manualidades, creando mundos llenos de magia con sus manos. Con un gran sentido del humor, Tuto era tan sensible como imaginativo. No temía al cambio, y su capacidad para adaptarse era una lección constante para todos a su alrededor. Aunque el tiempo nunca fue suficiente para concretar todas sus ideas, dejó una herencia invaluable de pasión por crear y aprender que continúa viva a través de sus descendientes. Trina Tuto es un homenaje a su ingenio, sensibilidad y la creencia de que la imaginación no tiene límites.

Reyes Magos

Hace mucho, en un rincón del mundo donde las estrellas parecían susurrar secretos, tres Reyes del oriente seguían el brillo de una estrella que danzaba en el cielo. Melchor, Gaspar y Baltasar eran sabios que leían el firmamento como quien lee un libro antiguo. La estrella los guió a un humilde portal (pesebre) donde encontraron al rey de Reyes, un niño cuya luz irradiaba paz. En Puerto Rico, cada 5 de enero, esa misma estrella parece volver a brillar. Los niños, con corazones llenos de ilusión, colocan hierba bajo sus camas o el arbolito para los camellos cansados de los Reyes. Y en la madrugada del 6 de enero, regalos aparecen como por arte de magia. Se dice que esa hierba no solo alimenta a los camellos, sino que también les recuerda a los Reyes el camino a la Isla. Porque en Puerto Rico, las estrellas siempre guardan historias mágicas.

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Jibarito

El jibarito Puertorriqueño,

En las montañas de Puerto Rico, bajo un cielo que parecía abrazar la tierra, vivía un jíbaro llamado Juan. Con su sombrero de paja y camisa blanca, recorría los caminos cantando versos al ritmo del Coquí. Juan no solo cultivaba la tierra; cultivaba sueños. Se decía que tenía un pacto con el viento, que lleva traía susurros de historias antiguas. Un día, al sembrar semillas en el rocío de la mañana, notó que estas florecían al instante, como si la tierra misma lo bendijera. Juan entendió que no eran solo plantas, eran cuentos que la tierra guardaba, historias de resistencia y amor. Así el jíbaro se convirtió en guardián de las tradiciones, recordándonos que, mientras cuidemos la tierra, nuestra identidad florecerá con ella.

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Coquí

Cuando cae la noche en Puerto Rico, un coro de voces diminutas llena el aire con un canto mágico: "Co-Quí". Cuenta una antigua leyenda taína que el Coquí nació de una gota de lluvia que un Dios transformó en una rana pequeña, dándole el poder de cantar las historias de la Isla. Una noche, un niño curioso llamado Diego se acercó al bosque para escuchar mejor. De pronto, un Coquí saltó frente a él y, para su sorpresa, comenzó a hablarle. Le contó sobre las montañas, los ríos y los antiguos taínos que veneraban la naturaleza. Antes de irse, el Coquí susurró: "Cuida nuestra Isla, pequeño guardián". Desde entonces, Diego escucha con atención cada noche, porque sabe que el canto del Coquí es solo música; es la voz de Puerto Rico, un recordatorio de que la magia vive en quienes la escuchan.

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Vejigantes

Mateo vivía en un pueblito junto al mar, donde las noches eran tranquilas y el canto de los coquís arrullaban el sueño. Pero en octubre, cuando las fiestas llenaban la plaza, siempre escuchaban historias de unos vejigantes misteriosos que no sólo bailaban, sino que eran guardianes de unas luces mágicas. Decían que esas luces vivían en dos lugares: en el agua de la bahía bioluminiscente, donde millones de puntitos azules brillaban cuando algo las tocaba, y en los cucábamos, pequeños insectos que encendían la noche con su luz verde. Algunos creían que eran pedacitos de estrellas que habían decidido quedarse en Puerto Rico para siempre. Una noche, Mateo siguió a los vejigantes hasta la orilla. Vio cómo danzaban sobre el agua, despertando a las luces del mar, mientras los cucufatos bajaban de los árboles para unirse al baile. Uno de los vejigantes le entregó un cucubano y le dijo: La luz más pequeña puede iluminar la noche más oscura. Cuídala, y nunca se apagará. Desde entonces busca maneras de encender luces en el corazón de los demás.

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